Aquí estamos
otra vez. Ahora ya sin introducciones, pasamos a ver la tarea que me he
propuesto realizar.
El otro día,
comiendo con una lata de Coca-Cola junto al plato, pensaba en qué alimento podía
analizar de mi dieta que fuera interesante. Y la verdad es que, por una cosa o
por otra, no encontraba ninguno que fuera reconocido como ``malo´´ y que tomara
asiduamente, por lo que se me ocurrió (ya veis que original), hablar de la Coca-Cola, que aunque poco, la bebo con frecuencia. He aquí la prueba:
Una bonita lata de Coca-Cola a la hora del almuerzo en Lebrija, Sevilla. |
Supongo que
ya todos los que leéis esto habéis oído hablar mal de la Coca-Cola alguna vez
en vuestras vidas. Sin embargo, yo os hablaré peor.
Empecemos
por el principio. Una lata de Coca
Cola clásica contiene 41 gramos de azúcar, según el Harvard School of Public Health, o HSPH. Una
cucharadita de esas que echamos en el café, equivale a 4,2 gramos de azúcar,
según el HSPH, lo que hace un total ¿de…? Unas 10 cucharaditas de azúcar de
nada cada vez que nos tomamos una latita para quitarnos la sed y el calor. Por
cierto, 10 cucharadas es la cantidad diaria recomendada (seguimos para bingo). Os propongo echarle a vuestro café sólo 8
cucharadas, sirviéndolo en una taza grande. A ver qué os parece.
Teniendo en conocimiento el dato azucarero, no dan ganas de
inmiscuirse más allá y seguir investigando, ya que si esto es lo que se conoce,
cualquiera sabe lo que nos meten entre pecho y espalda con la ``Fórmula
Secreta´´.
No obstante, sabemos que uno de los componentes de nuestra
querida fórmula no es otro que el ácido fosfórico, que es, entre otras cosas,
el causante de que se reprima la acción del azúcar al ingerir la Coca-Cola, evitando
así que sientas náuseas, como muy probablemente te haya pasado con las 8
cucharadas en el café.
Para más inri, a esto y más componentes de la fórmula hay que
sumarle la cafeína, que te mantiene despierto y favorece además la secreción de
dopamina, la cual se encarga de provocar adicción, siguiendo el mismo modus
operandi de nuestra amiga la cocaína.
A todo ello le sumamos acidulantes (sí, ácida y deliciosa,
pero hace que tus papilas gustativas dejen de funcionar tan bien, como pasa con
las células ciliadas y el tabaco), aromatizantes y colorantes (si no se los
adicionaran, la Coca-Cola sería verde).
Sospecho que no hacen falta muchos más detalles para darse
cuenta de que la Coca-Cola no es una bebida precisamente buena… Aún así, la más
consumida del mundo.
Este refresco sumado a mi dieta dan como resultado un volcán
en erupción (y no, no es que mi dieta se base en Mentos). Soy deportista y
entreno unas dos-tres horas diarias de media, sumado a un trabajo en el cual
hay que estar haciendo un esfuerzo físico constante, lo que hace que mi dieta
sea hipercalórica (más proteínas de la cuenta) comparada con la de la media
(aunque menor que la de la mayoría de jugadores de baloncesto, seguro).
Por suerte, me cuido bien de no tomar con frecuencia esta
bebida y podríamos decir que cae una a la semana siendo estrictos a la hora de
contarlas. Después de leer todo lo que he leído sobre ella, he decidido no
probarla más, o al menos intentarlo… (espero que la cerveza sea más sana).
Además, tengo la suerte de no tener un paladar demasiado exigente, por lo que
me entra lo verde, rojo y amarillo con total facilidad y en cantidades
industriales.
A vosotros, compañeros, os recomiendo no tomarla, y si no
podéis evitarlo, entonces tomadla lo menos posible, ya que tiene muchísimos
efectos nocivos para la salud, los cuales creo que a nadie le gustaría sufrir a
largo plazo. Lo único bueno de la Coca-Cola son sus anuncios.
Sin más, os dejo una
tablita que encontré en un blog y que representa bien lo que hace este refresco
en nuestro organismo, incluso con más detalle del que yo os he comentado, sobre todo a nivel digestivo e intestinal. Podéis encontrar el blog del que la saqué haciendo click aquí.
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Esquema facilitado por fahrenheit2012.wordpress.com |
¡Espero que os haya resultado interesante! Hasta la próxima entrada. ¡Saludos!
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